José Javier León
Maracaibo,
República Bolivariana de Venezuela
IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la
Cultura Científica
Publicado en IBERDIVULGA
La población
mundial envejece, y este proceso digamos natural pero signado por un tipo de
desarrollo desigual y excluyente que ralentiza el nacimiento de niños y niñas,
sucede en paralelo a la creciente influencia de las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) en la vida cotidiana.
Un proceso que no deja de estar impactado por
algunas circunstancias. Por ejemplo, las TIC parecen estar diseñadas para un
modelo estándar de “joven”, en todo caso las interfaces convocan jovialmente a
personas de cualquier edad, pero son los adolescentes y los niños los más
concurrentes[1]. Resulta
obvio si se quiere, porque se trata de una revolución joven, pues la extensión
y el uso intensivo de las redes no abarca más allá de dos décadas.
Es como si de pronto el futuro se precipitara y
haya caído con todo su peso sobre las personas de la llamada tercera edad (en
Venezuela las personas de 60 años en adelante) que, cuando eran niños, si había
teléfonos eran fijos y necesitaban de operadoras, o bien la televisión apenas se
abría camino en blanco y negro.
El salto de la tecnología analógica a la digital
fue brusco y vertiginoso. Pero no se trata tan solo de usar de manera distinta
las manos, en particular los dedos y de manera exigente la vista. Lo que la
velocidad digital les reclama a sus usuarios es un uso distinto de la atención,
de la memoria, y esto toca profundamente la gestión del conocimiento.
En efecto, usar lo que se sabe y los modos de saber
y aprender en el mundo o entorno digital es completamente distinto a como se
venía haciendo ¡desde hace miles de años! en el mundo analógico. Buena parte de
nuestros problemas y trabas derivan de actuar análogamente frente a un
dispositivo o herramienta digital, y eso, creo es lo que sucede con los niños y
jóvenes en su proceso educativo desfasado o en transición, y en particular con
los ancianos o personas mayores frente a la cantidad creciente de diligencias
que hoy sólo se efectúan satisfactoriamente usando (a veces sólo) la red.
Y con seguridad, uno de los espacios en los que
crecen las exigencias para la tercera edad está en los servicios bancarios. En
mi país, por ejemplo, ha aumentado exponencialmente la llamada bancarización.
El número de jubilados y pensionados supera ampliamente los 3 millones, y cada
vez son más las familias cuyos miembros reciben apoyos financieros a través de
la banca pública.
Pero todos esos estímulos dejan ver al menos dos
cosas: que la infraestructura bancaria no está(ba) preparada para el incremento
o la inclusión masiva de los ciudadanos y, por otro lado, que pese a la
alfabetización letrada se ha hecho imperiosa la alfabetización tecnológica. Ésta
como la otra, no se da sólo con el desciframiento de los códigos sino con una
entrega total al lenguaje en este caso digital, un lenguaje que toca las palabras,
pero más y de manera mucho más intensa el uso de conceptos novedosos, amén de
colores, formas, circuitos, y una concatenación de eventos marcados por la
linealidad intensiva de causas y efectos, y todo ello reducido a pantallas de
mayor o menor interacción, a botones que responden, que dialogan, que
interpretan y enmudecen dentro de su propia lógica.
He pensado que el cuerpo sometido al uso de las
herramientas digitales de algún modo también se digitaliza, y ese ritmo
acompasado al tiempo–espacio virtual no hace parte de la cotidianidad afectiva
de los abuelos y abuelas, en fin, de las personas mayores que además se han
visto obligadas a usar las TICs para resolver asuntos que sólo ayer se
resolvían “personalmente”, “cara a cara”, en “taquilla”.
Hace poco leí un tuit conmovedor: alguien afirmaba
haber recibido la llamada de un anciano solicitando servicio de wifi para su
hogar, le explicaba a la empleada de telecomunicaciones que lo necesitaba para
que lo visitaran sus nietos…
Sea lo que sea, se precisa una audaz alfabetización
tecnológica, que haga de alguna manera cotidianas y amables para nuestros
abuelos y abuelas las redes, la realidad virtual, las TICs, el lenguaje de los
dispositivos electrónicos dados a transformar radicalmente las coordenadas
espacio-temporales. Acaso nos toque pensar más y mejores interfaces. En este
sentido, fueron publicados el pasado año los resultados de una investigación
que se desarrolló precisamente en la ciudad en la que vivo, y que vale la pena
difundir. Dicen las investigadoras sobre “El uso de las TIC en adultos mayores
en Maracaibo”[2] que
“Cuando una persona adulta mayor supera la barrera que plantea el desafío de llegar
a manejar una computadora o un teléfono pasa a utilizarlo con fluidez, igual
que cualquier otro ciudadano”. Las TIC, dijeron los entrevistados, les permiten
“interactuar con los familiares y amigos”, afirman usar el móvil sin ayuda y
sólo una persona de la muestra encuestada acusó problemas de visión. Indicaron
que las nuevas tecnologías les aportan muchos beneficios, en especial “para comunicarse
con miembros de la familia que viven en otro lugar. Esta es una razón afectiva
que les permite su apropiación y uso para ayudarles a comunicarse más con la
familia, esto hace la diferencia y es razón de peso para decidir por cuenta propia
a aprender este nuevo conocimiento para el uso de los dispositivos
tecnológicos.”
Si lo afectivo es el puente, no hay razón para no
esperar que los demás usos acicateados por la necesidad se resuelvan en el
camino, en particular los de atender asuntos domésticos, pago de servicios y
diligencias bancarias. Se concluye que para los adultos mayores es trascendental
el uso de las TIC para interactuar con los suyos alejados no sólo física sino espiritualmente,
afectados como en el caso del abuelo mencionado, por una especie de saturación
del yo que los aísla incluso de sí tornándolos un ente como conectado a un
respirador (que hace las veces de vida) artificial.
Valoran, no obstante, dicen los abuelos de la
investigación citada, la presencia de la tecnología en sus vidas “por lo que se
han preocupado por aprender las funciones y beneficios que les aporta la misma
y en caso de no dominarla completamente han recurrido a la ayuda de sus
familiares. El hecho de que las nuevas tecnologías se hayan tornado más amigables
para sus usuarios sin importar la edad, es una de las razones en el aumento del
interés entre los adultos de mayor edad por estos dispositivos”, concluyen las
investigadoras.
Sin duda, la aventura apenas comienza.
[2]
El uso de las TIC en adultos mayores en Maracaibo (Venezuela) Carmen Paz, Nelly García, Jenniffer Fernández y Gladys Maestre.
Opción, Año 32, Especial No.12 (2016): 169-188
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