Por
Oswaldo Garrido.[1]
El festín de las ridiculeces que esgrimen las elites oposicionistas venezolanas en torno a la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar, demuestran el alarmante grado de disociación que han alcanzado en su afán de sacar al presidente constitucional Hugo Chávez Fría del juego político.
Por los medios de comunicación social han desfilado fantasmas, verdaderos espectros que han resucitado de sus tumbas para vociferar discursos, que los curadores del museo del Prado y el mismísimo responsable de la custodia de las reliquias arqueológicas e históricas de Israel, no dudarían en catalogarlas como verdaderas barbaridades culturales, pues todos los países tienen como regla de oro la conservación de su patrimonio.
Traeré sólo un argumento, trasmitido por un canal de televisión privado, el cual planteaba que el Comandante Hugo Chávez, era un santero (de ser, esa es su vida privada y la respeto como respeto la fe de un mulsuman, católico, judío, hinduista y hasta a Woody Allen) quienes entrevistaban a un operador que señalaba eufóricamente, que un siniestro personaje de apellido Chávez pretendía realizar un ritual de empoderamiento ante los restos mortales de Simón Bolívar al puro estilo del super-ratón Mickey el cual necesitaba mineralizarse y vitaminalizarse para combatir a los malos. Recuerdo la cara de mi hijo menor Fabio al escuchar tamaña mentira entre periodistas tasados por el capital, que llegó a decir: ¡chanfle! recordando al Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado, en señal de asombro, indicando que lo «llevaban de chanfle» para anotarle un gol.
Para todos los historiadores y conservadores del mundo, un hecho fundamental lo constituyó el esfuerzo que realizó el gobierno de Egipto para clarificar la identidad del Faraón Ramses I, descubierto por arqueólogos europeos en una tumba en el desierto donde reposaba con otras momias. El gobierno francés, una vez confirmado el estudio de ADN y establecida la identidad se prestó a rendirle honores militares a quien fuera un icono de la cultura mundial… A ningún miembro de las elites mas conservadoras de ese país se le habría ocurrido cuestionar tal iniciativa científica y las posteriores medidas para resguardar ese patrimonio de la humanidad.
En el caso de la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar, con Hugo Chávez Frías o no, era un proceso que era necesario realizar, ya que las condiciones de conservación no eran las más adecuadas, estudios recientes demuestran nuevas rutas desarrolladas por la disciplina científica en cuanto al tratamiento para la preservación contra el tiempo y los agentes que suelen afectar la materia orgánica del hombre que, por su obra se transformó en uno de los pensadores sociales de América y el mundo más relevante. No se trata de unos huesitos, un esqueleto en minúscula, se trata de Simón Bolívar, el único con el titulo de Libertador.
Sin despreciar el trabajo ejecutado por el Dr. Maria Vargas en 1842, en la actualidad ningún conservador serio, recomendaría colocar en una bóveda de plomo al Señor de Sipan antiguo gobernante del siglo III, cuyo dominio abarcó una zona del actual Perú, pues hasta los niños saben que el plomo es altamente tóxico, y el microclima (aspectos esenciales para combatir la degradación son el control de temperatura y humedad) que se produce en su interior permite la reproducción de agentes biológicos que degradan progresivamente pintura, dibujos y restos arqueológicos. Hoy día el ataúd de plomo es un ejemplo de lo que no debe hacerse en materia de conservación.
Desde mi perspectiva la iniciativa emprendida desde
Yo en cambio apuesto porque la experiencia se extienda a todo el patrimonio que conforma nuestra cultura, que se inicie una gran cruzada de conservación y resguardo de lo artístico, cultural e histórico; y aun más: sirva la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar como el hecho fundacional de una nueva ética de la preservación de las grandes obras que ha realizado la sociedad venezolana, que por demás fueron actos heroicos de rebeldía contra el orden que lo oprimía.
Eso sí, que el debate encarnizado en los medios de comunicación abra la posibilidad a la ciencia para despejar dudas, repensar y rescribir la historia, y sobre todo socializar el pensamiento y la praxis bolivariana en un contexto de profunda crisis de la cultura del centro hegemónico.
En cuanto a la grandeza de Bolívar, caraqueño, humano, seria una estupidez desconocer sus contribuciones del tamaño del Coliseo, una gigantesca cantinflada que Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes no pronunciaría en su repertorio cinematográfico, paradojando la racionalidad mediocre de las élites políticas y académicas conservadoras latinoamericanas con la doble moralidad aburguesada.
Que se pronuncien los científicos, que la academia produzca ciencia, que la historiográfica asuma un rol protagónico. La historia es vida y se escribe con el pueblo, pero que los políticos sean serios, se dediquen a desarrollar acción social de calidad política y eficacia revolucionaria y dejen a un lado el «striper mediático», para asumir responsabilidades históricas con el proceso de transformación revolucionario.
Por mi parte, en mi humilde posición de profesor universitario, digo ¡bien Presidente, te la comiste!, y nos vemos en el nuevo Panteón de Simón Bolívar junto al pueblo en el 2011, como lo hiciera el mártir cubano José Martí en su primer viaje a Caracas en el año 1881, expulsado en 1882 de Venezuela por la oligarquía nacional, precisamente por reivindicar el pensamiento liberador de Bolívar en contra del panamericanismo elevado a una estrategia imperialista de Estados Unidos para la dominación de los pueblos del continente. En ese panteón de hombre valiente, que hizo honor a la palabra empeñada, cuyo significado para los romanos era de un templo de todos los dioses, honores para quien merece honores.
[1] .- Sociólogo, profesor universitario dedicación exclusiva de
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