Por
Jesús Parra
Profesor Universitario
PFG. Comunicación Social - UBV - Eje Cacique Mara
En la
época del Imperio Romano resultaba dificultoso y hasta un tanto confuso, entender
lo referente a su organización, legislación y procedimientos. Habían formas de
poder categorizar la participación de los ciudadanos para el servicio militar,
cuyos criterios y lógica, quedaban a merced de intereses y objetivos propios de
la época.
En este
sentido, quienes ostentaban realizar carrera política y acceder a una
magistratura del Estado, asumían el servicio militar como paso previo para
garantizar su status quo. Por supuesto, no todos los ciudadanos podían aspirar
a tal distinción, lo que significaba, que una gran parte de la población, irrestrictamente
tenían que cumplirlo.
Lo
interesante del asunto, entre ejército, tropas, legiones y hombres armados, era
la posición que la moral debiese tomar, como forma elevada y de gran fervor
patriótico. Muy a pesar de que lo habitual, entre los pueblos y civilizaciones
para la época, era constituir un ejército formado por mercenarios profesionales
sin importar su origen. Por otra parte, debe resaltarse, tanto para un caso
como para el otro, que no existía discriminación por color de piel y religión.
Lo
curioso, en estos tiempos, y más propiamente, en el escenario venezolano, queda
representado por la dificultad y la duda que persiste aún en dicha materia, a
pesar de los esfuerzos realizados en la reconstrucción de la visión de las
Fuerzas Armadas Nacionales, incluso, con la designación: Bolivariana, simbolizando
así los ideales de Bolívar.
Esta
duda se hace compleja, muy particularmente, para un ciudadano común, cuando le
corresponde cumplir con su deber, ante las autoridades competentes, y
específicamente, ante un componente de las Fuerzas Armadas Nacionales
Bolivarianas, como es la Guardia Nacional, donde se suscribe, a petición de la
parte interesada, para que efectúen una revisión vehicular en uno de sus tantos
procedimientos, según la exigencia de los dispositivos de seguridad que han
sido activados por órdenes concretas del Estado para garantizar la seguridad
integral ciudadana.
El
procedimiento como tal, no se cuestiona. Lo que no resulta claro es el objetivo
puntual del cometido; es decir, se evidencia, por la forma del procedimiento,
que se sujetan al cumplimiento de su deber por el mero formalismo y por la imperiosa
necesidad de los reportes que deben emitir como constancia de lo ejecutado; y así,
sin más allá ni más acá, poder arrojar estadísticas que simulen la efectividad
y eficiencia de tales procedimientos.
Y, como
si no fuera poco, bajo engaño, se efectúa el traslado del vehículo hasta la
Comandancia respectiva, con el propósito de continuar las pesquisas en la
comprobación de lo detectado, y como por arte de magia, no se continúa en la
indagación y se termina, estando sentado al lado de quien transcribe, un no sé
qué, que luego se esclarece cuando el escribiente solicita al agraviado su
cédula de identidad para elaborar finalmente la Constancia de Retención del
vehículo. Al llegar ese momento, el discurso, un tanto recio, se va degradando,
hasta llegar a una forma de expresión reducida, muy bien manejada, y con tono
característico: RETÍRESE.
Es
difícil imaginar, y en esa forma entender, si los procedimientos deben
efectuarse, en función de la conjura, que en tiempos del Imperio Romano se
proclamaron. Ante lo cual, se pregunta: ¿Qué criterios y qué lógica
caracterizan estos procedimientos?, ¿Los ciudadanos comunes deben aceptarlos?,
¿Cómo equilibrar la balanza de cara al uniformado?, ¿Un título profesional hace
la distinción? Estas y otras tantas inquietudes, saltan a la arena campal,
política y social, donde se debaten las ideas, porque el compromiso del Estado
y sus instituciones debe ser recíproco con los del ciudadano.
La
justicia y su forma de ejercerla, en tiempos difíciles, parte de la formación
académica, política, social y cultural. En este sentido, se debe seguir
profundizando, como se ha venido haciendo, en el proceso revolucionario
bolivariano, con la prédica de las tres R; según lo profesara el Comandante Eterno
Hugo Rafael Chávez Frías: Revisión, Rectificación y Reimpulso, y así justificar que la política
se ejerza en igualdad de condiciones, porque debe estar sustanciado en la
vocación de servicio, permitiendo de esa forma el ejercicio pleno de la
libertad, donde se respete la autonomía y la integridad moral al semejante.
Sigamos
pregonando el crecimiento de esta nueva cultura política, y que la misma se
transforme en la guía que oriente la calidad de los procederes, donde se
evidencien con claridad los propósitos reales, y se siga construyendo una
patria con libertad, sin el temor y la duda, sobre aquellos procedimientos que
se visten de traje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario