Hugo Chávez se caracterizó por pulverizar la agenda de los medios de
comunicación que no sabían de qué manera debilitarlo. La única forma era
ignorarlo y por eso nació ¡Aló, Presidente!.
La teoría de la "agenda setting", planteada por Maxwell McCombs y Donald Shaw, en "The Agenda-Setting Function of Mass-Media" (1972), quedó prácticamente sepultada por la eficaz arremetida de Chávez quien a la postre se convirtió en un gran comunicador: todo lo que decía era noticia gracias a una inteligente combinación de información y acción, con aplicación de políticas públicas, cambios paradigmáticos difíciles de ignorar y un liderazgo indiscutible según reflejaban sucesivos resultados electorales.
¿Cómo Chávez pulverizó esa teoría? Para afirmar esto nos basamos en dos niveles de esta "agenda": el primero se concentra en los temas y su hipótesis es que los medios nos dicen "sobre qué pensar"; el segundo en los atributos que "seleccionan" (teoría del frame) los periodistas al informar y su hipótesis es que los medios nos dicen "qué pensar". Chávez volteó ese esquema porque era él quien decía a los medios sobre qué pensar y qué pensar.
El presidente Nicolás Maduro se graduó también de "gran comunicador" en su reciente discurso ante la 73 Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, al coronar allí de manera exitosa (aunque se diga lo contrario), una serie de hechos comunicacionales que le han configurado la imagen pública ajustada a los liderazgos carismáticos, esos que despiertan una mezcla de amor-odio.
Maduro también se ha forjado su propio perfil (¿liderazgo?) sin competir con la rotunda influencia de Hugo Chávez: de la misma manera, combinando actitudes, decisiones y políticas públicas (CLAP, Carnet de la Patria, "Lingoticos", Bolívar Soberano, Sistema Biométrico, Petro, etc), no exentos algunos de ellos de errores lamentables como la imagen en el lujoso restaurant de Estambul, o los inexplicables bailes en eventos proselitistas, el actual mandatario nacional, hoy por hoy, es una figura de interés público que está en el foco nacional e internacional y que también deja corta a la teoría que nos ocupa. O sea, del "Chávez los tiene locos" pasamos al "Maduro (también) los tiene locos" pues es imposible ignorar lo que dice o hace y por eso los medios echann mano de otras armas: desinforman, manipulan, distorsionan y/o sacan partido de los errores. El método de cambiar el kilométrico programa dominical por intervenciones puntuales e inesperadas le tiene la vida de cuadritos a los medios criollos y externos, y ha garantizado, además, una presencia casi omnipotente que se potencia con las redes sociales, garantiza titulares y no deja casi espacio a la oposición que ahora, desprovista de discurso, tiene un papel "reactivo" y a veces panfletario.
Pero al ser un gran comunicador, Maduro debe cuidarse más (el primerísimo primer plano deja ver los defectos en "HD") y no permitir deslices que dañen una imagen positiva hecha a pulso, en medio de la más feroz guerra mediática contra Presidente alguno.
La teoría de la "agenda setting", planteada por Maxwell McCombs y Donald Shaw, en "The Agenda-Setting Function of Mass-Media" (1972), quedó prácticamente sepultada por la eficaz arremetida de Chávez quien a la postre se convirtió en un gran comunicador: todo lo que decía era noticia gracias a una inteligente combinación de información y acción, con aplicación de políticas públicas, cambios paradigmáticos difíciles de ignorar y un liderazgo indiscutible según reflejaban sucesivos resultados electorales.
¿Cómo Chávez pulverizó esa teoría? Para afirmar esto nos basamos en dos niveles de esta "agenda": el primero se concentra en los temas y su hipótesis es que los medios nos dicen "sobre qué pensar"; el segundo en los atributos que "seleccionan" (teoría del frame) los periodistas al informar y su hipótesis es que los medios nos dicen "qué pensar". Chávez volteó ese esquema porque era él quien decía a los medios sobre qué pensar y qué pensar.
El presidente Nicolás Maduro se graduó también de "gran comunicador" en su reciente discurso ante la 73 Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, al coronar allí de manera exitosa (aunque se diga lo contrario), una serie de hechos comunicacionales que le han configurado la imagen pública ajustada a los liderazgos carismáticos, esos que despiertan una mezcla de amor-odio.
Maduro también se ha forjado su propio perfil (¿liderazgo?) sin competir con la rotunda influencia de Hugo Chávez: de la misma manera, combinando actitudes, decisiones y políticas públicas (CLAP, Carnet de la Patria, "Lingoticos", Bolívar Soberano, Sistema Biométrico, Petro, etc), no exentos algunos de ellos de errores lamentables como la imagen en el lujoso restaurant de Estambul, o los inexplicables bailes en eventos proselitistas, el actual mandatario nacional, hoy por hoy, es una figura de interés público que está en el foco nacional e internacional y que también deja corta a la teoría que nos ocupa. O sea, del "Chávez los tiene locos" pasamos al "Maduro (también) los tiene locos" pues es imposible ignorar lo que dice o hace y por eso los medios echann mano de otras armas: desinforman, manipulan, distorsionan y/o sacan partido de los errores. El método de cambiar el kilométrico programa dominical por intervenciones puntuales e inesperadas le tiene la vida de cuadritos a los medios criollos y externos, y ha garantizado, además, una presencia casi omnipotente que se potencia con las redes sociales, garantiza titulares y no deja casi espacio a la oposición que ahora, desprovista de discurso, tiene un papel "reactivo" y a veces panfletario.
Pero al ser un gran comunicador, Maduro debe cuidarse más (el primerísimo primer plano deja ver los defectos en "HD") y no permitir deslices que dañen una imagen positiva hecha a pulso, en medio de la más feroz guerra mediática contra Presidente alguno.
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