José
Javier León
Maracaibo,
República Bolivariana de Venezuela
IBERCIENCIA.
Comunidad de Educadores para la Cultura Científica
Publicado en IBERDIVULGA
Cierta
vez un amigo me contó que un grupo de estudiantes indígenas de
Chiapas tuvo una ocurrencia: quería que le practicaran un “examen”
como sabían que ocurría en las escuelas de blancos y criollos. El
maestro accedió y llevó un cuestionario. El grupo recibió las
preguntas y comenzó a responder, pero en grupo. El docente los
interrumpió y les dijo que así no era, que debían hacerlo por
separado porque esas respuestas miden el conocimiento de cada uno.
Los indígenas se miraron extrañados y comenzaron a reír. El
maestro preguntó por qué, a lo que respondieron no haber escuchado
nada más tonto pues todo el mundo sabe que un problema sólo se
puede resolver entre todos.
Esta
anécdota iluminó mi concepción de la docencia. De alguna manera me
convenció de que era absurdo evaluar el conocimiento individual
siendo que como el lenguaje o la memoria, son productos colectivos y
por lo tanto, sociales.
Sin
embargo, sabemos que con el nacimiento en Europa del individuo
moderno se extendió y universalizó la idea de que el conocimiento
podía concentrarse en un sujeto. El estudio y la investigación se
personalizó en las figuras proteicas del sabio, el científico, el
inventor, hombres todos por lo demás, quienes pasaron a ser
prototipos de la modernidad y augures del dios progreso.
A
las escuelas llegó la división entre los (varones) que saben y los
otros que no (mujeres, niños y desprotegidos). El conocimiento y la
ciencia se encontraba almacenada en los libros y por supuesto, en los
que tenían acceso a ellos, la élite ilustrada. Por supuesto, la
evaluación sólo podía ser practicada por aquellos que estaban en
la cima del conocimiento, con los más altos cargos y honores.
El
examen equivalió por mucho tiempo a una prueba feroz en el que el
estudiante se enfrentaba a un tribunal inquisidor. Sin duda, el
conocimiento estaba asociado a la repetición y a la memorización,
pues sólo era aceptado lo que “ya se sabía” y lo que sólo
sabía dicha élite. No era este un buen escenario para que
apareciera lo nuevo, lo cual si pese a todo se asomaba, lo hacía
contra viento y marea y, en muchos casos, a costa de la propia vida.
Ya
no es (tan) así, pero la evaluación persiste en la forma de
corroboración de un conocimiento impartido (no compartido) por
docentes que, en definitiva, son los que saben. Como tales, desde esa
distancia e instancia de poder, enseñan a los niños y jóvenes
quienes, de alguna manera tendrán que demostrar -repitiendo- que sí
saben, que sí aprendieron.
Como
se ve, no es lo mismo... pero se le parece. No hay tal vez un
tribunal inquisidor, pero sí un baremo -supuestamente externo y
objetivo- que le permite al profesor o profesora, medir y determinar
si el joven aprueba, suspende, aplaza, pasa o no. Es lo que
conocemos, y por ahí hemos pasado todos.
De
ahí la importancia de un tema como el trabajo en equipo. Qué supone
y qué posibilidades ciertas existen para hacerlo posible. Todas las
realidades y los contextos son diferentes, pero hay cosas en común.
Eso
lo podemos constatar revisando las muchas publicaciones de
IBERDIVULGA1
que lo tienen como tema. Yo mismo he publicado trabajos al respecto2,
pero me he topado con uno que, me parece, resume y expande las
nociones sobre el tópico. Me refiero al artículo “¿Puede
el trabajo colaborativo docente resolver problemas de Educación en
Ciencias?” de Mónica Gerena, de Argentina3.
Antes
de citar algunos pasajes interesantes debo advertir algo que subyace:
las relaciones de poder. En efecto, no podemos olvidar que detrás de
todo acto docente hay una representación de actores que han
desplegado diversas intensidades en cuanto a las modalidades del
poder se refiere. El maestro, por ejemplo, domina la clase y, el
estudiante, hagamos los esfuerzos que hagamos, está en situación
subordinada y, si se quiere, a la espera de instrucciones. La
horizontalidad no nacerá de abajo hacia arriba; cuando ocurre, es
porque el maestro ha tomado esa decisión y la institución lo
acompaña o no. En otras palabras, cuando sucede es porque el poder
institucionalizado ha decidido ceder parte de su antiguo poder para
generar relaciones horizontales pues maneja la hipótesis de que
tales relaciones se traducen en mejores resultados.
Debe
tomarse en cuenta que una plaza o una cátedra se ha ganado con
méritos y quien la ha obtenido es un maestro o maestra que bien
puede no tener la disposición de cuestionar o poner en duda sus
criterios sobre la materia. Está en su derecho, digamos, porque la
formación recibida ha recaído de manera vertical y unidireccional
en su persona. Como todos sabemos, ese es el modelo impuesto. Así
pues, el trabajo colaborativo en docencia debe ir contra esta
práctica naturalizada que instituye el desequilibrio y abre paso a
la competencia y por ende a la desigualdad.
Por
eso cuando Mónica Gerena afirma que “El primer escalón del
trabajo colaborativo ocurre al articular las decisiones en relación
a los contenidos curriculares, de manera horizontal y vertical”,
ello se da cuando los maestros han decidido hacer a un lado sus
respectivos estatutos de poder para diluirlo en el debate y los
acuerdos.
El
proceso conduce a la implosión de una unidad nada ingenua ni
gratuita: el salón de clases o aula. El celo por lo que ocurre
adentro hace parte del imaginario docente, el cual llegó a
cristalizar en la expresión de tinte medieval: “autonomía de
cátedra”. En una escuela o liceo puede que no tenga el mismo peso
que en la Universidad, pero todos los docentes conocemos el apremio
que causa la inspección, la presencia de un otro censor dentro del
salón.
Por
eso, cuando Mónica alude a la unión de dos o más docentes en
actividades áulicas o extra áulicas debe ocurrir antes la
superación del celo autonómico que late en el maestro o la maestra
y que es un signo de poder que puede no estar siempre dispuesto a
ceder o delegar.
El
docente debe sentir (la seguridad de) que “sabe” de lo que habla
y por lo tanto, que puede transferirlo, comunicarlo, enseñarlo. Esa
seguridad se experimenta especialmente en la soledad e intimidad de
su persona. Cuando comparte con los colegas su saber regularmente es
en escenarios donde se confrontan posiciones. Sin embargo, no es eso
lo que plantea el trabajo colaborativo. Aquí se necesita que lo que
cada quien sabe sea puesto en común, de alguna manera sea homologado
y re-conocido por los otros integrantes organizados en equipo, e
incluso puede llegar a ocurrir que de entre los mismos estudiantes
haya quien o quienes dominen parte del proceso mejor que los docentes
evidenciando con los hechos que el conocimiento en cuestión y
construcción ya no es (sólo) enseñado sino compartido.
Mejor
lo dice y explica Mónica. Cuando se organizan “verdaderos equipos
de trabajo”:
...se
desdibuja completamente el trabajo individual docente y los límites
disciplinares se desdibujan, ya que se coopera en una propuesta
educativa común. Ésta, puede afectar a dos o más docentes de un
mismo grupo de alumnos o docentes de diferentes grupos de alumnos de
la institución, pero también, puede superar los límites propios, e
involucrar a otras escuelas. Es el único nivel que puede asegurar
innovaciones genuinas en el campo educativo, porque su desarrollo
afecta tanto la dimensión organizacional como la pedagógica. Esto
ocurre porque implican cambios sustanciales en las modalidades de la
enseñanza tradicional, lo que requiere realizar modificaciones en la
estructura escolar. Por esto, también son más difíciles de llevar
a cabo, exigen romper con muchas barreras impuestas desde lo
organizacional y desde lo pedagógico.
Todo
ello borra las fronteras o los límites de las materias, de los
conocimientos, de las disciplinas, pero también de los roles. Una
forma de democracia va minando los corazones endurecidos permitiendo
que afloren expresiones inéditas, ahora sí, verdaderamente
nuevas.
Resulta
más o menos obvio que sólo nace lo desconocido cuando se hace lo
que no se había hecho antes. Lo cual supone superar la memorización
y la repetición, y asumir con alegría y determinación el riesgo y
la aventura.
2“El
tiempo y el trabajo en equipo”
https://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?El-tiempo-y-el-trabajo-en-equipo
y “Trabajo en equipo y biodiversidad”
https://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?Trabajo-en-equipo-y-biodiversidad
3Publicado
el 17 de agosto de 2018, en
https://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?Puede-el-trabajo-colaborativo-docente-resolver-problemas-de-Educacion-en
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