Por
José Javier León
José Javier León
20/02/2004
Un elemento que debemos destacar
de los últimos acontecimientos en la República Bolivariana de Venezuela es que
la revolución está avanzando y consolidándose. Ello se explica y se evidencia
por un signo revelador: son los ricos, a través de sus lacayos («estudiantes» y
sicarios, mercenarios y diversa variedad de infiltrados) quienes están aupando
las «protestas». Que no son «protestas» sino actos vandálicos con un fin
político-terrorista queda claro cuando vemos como se deslizan uno tras otro los
móviles políticos, los petitorios, los reclamos y cuando todos conducen a esa
suerte de mantra negativo en que se han convertido los deseos oposicionistas:
«Chávez-Maduro Vete Ya».
Las «protestas» además son una
réplica llena de basura y chamusquina del mapa de los resultados electorales. Lo
que confirma que todas estas acciones son la resaca de las cuatro derrotas
electorales en fila que han sufrido la CIA, el Departamento de Estado y por
retruque, la derecha fascistoide venezolana. No han podido torcer la conciencia
del pueblo entonces recurren a la guerra de alta o baja intensidad para
«corregir» lo que no obtienen por los votos. Es típico y seguir por ese lado es
redundar.
Lo interesante entonces, hoy, es
que la derecha sabe a ciencia cierta que Maduro se consolida y que la
revolución está cada vez más fuerte, es decir, los privilegios de los siempre
privilegiados van a comenzar a entrar por un rasero democratizador de la renta
pública. Saben que es indetenible la voluntad del gobierno de transformar la inequidad
y los desequilibrios, y de ahí que se revuelvan como serpientes. Ayer escuché a
un alto representante de la Samsung hablando de Precios Justos y eso me
confirmó lo que hay en el fondo de las «manifestaciones» terroristas de la «oposición»
callejera: miedo a lo justo. También lo decía anoche Maduro, no será fácil
equilibrar la economía. Cierto, porque son demasiados los años (y de ahí claro
está las estrambóticas riquezas que ostentan) de parasitismo.
Otra cosa que les escuece es la inminente activación del Plan de Pacificación, que incluye por ejemplo, el Patrullaje Inteligente, esquema levantado sobre el mapa que produjo la inteligencia social a partir de la zonificación y localización de la criminalidad y la violencia, la penetración del narcotráfico y el paramilitarismo, que se ha venido infiltrando e incubando en la sociedad, y cuyos retortijones estamos viendo hoy, sobre todo en Táchira...
Otra cosa que les escuece es la inminente activación del Plan de Pacificación, que incluye por ejemplo, el Patrullaje Inteligente, esquema levantado sobre el mapa que produjo la inteligencia social a partir de la zonificación y localización de la criminalidad y la violencia, la penetración del narcotráfico y el paramilitarismo, que se ha venido infiltrando e incubando en la sociedad, y cuyos retortijones estamos viendo hoy, sobre todo en Táchira...
Si la derecha en especial
internacional interpreta que Maduro y la revolución avanzan en la consolidación
que le permitirá aplicar las Leyes Habilitantes, naturalmente arreciará los
ataques. Ya lo intentaron en el 2002 con el Golpe de Abril (tras las 49 Leyes
Habilitantes y en particular la Ley de Tierras cuya aplicación lleva centenares de
campesinos asesinados), y luego con el sabotaje a la industria petrolera del
2002 y 2003. Lo intentaron con la desestabilización que condujo a la victoria
popular en el referéndum del 2004 (previa guarimba) y la Reelección del 2006. A lo que han seguido, uno
tras otro, resonantes triunfos electorales. Los cuatro últimos han sido decisivos
para que los ataques aumenten. En efecto, podemos decir, que la violencia y el
odio es inversamente proporcional a la victoria electoral de los Hijos de
Chávez.
Con otras palabras: tal como en
su momento pasó con el Comandante Chávez y el golpe tempranero de 2002, hoy
intentan desbancar a menos de un año en el poder al Presidente Maduro. La
cuenta por supuesto que no entra en sus cálculos es que el mandato de Chávez pasó
al Presidente obrero traducida no sólo en votos sino en fuerza y organización
popular conscientemente «chavista». Lo que estamos hoy defendiendo es pues, un
legado, una forma de hacer las cosas, una ética, un proyecto histórico.
Por otro lado, EEUU no tiene otro
plan para el mundo que la fabricación a trote y moche de Estados Fallidos. En
cuanto a guerras tiene 60 años que no gana ninguna, pues para sus intereses es
más rentable perderlas o, mejor,
hacer que nadie gane explícitamente para que, en medio del desorden y el caos,
las transnacionales puedan asentar sus reales en zonas y/o regiones con acceso franco
a recursos energéticos, bio-diversos o con abundante mano de obra. En otras
palabras, el plan consiste en destruir el Estado para que las trasnacionales
puedan «gobernar» sobre territorios desmembrados. Para ello no existe problema
alguno en aislar territorios enteros y someterlos a «gobiernos» ad hoc, o de
facto, apartados de los medios de comunicación y las noticias. En esas
condiciones, las trasnacionales de la energía o farmacológicas se encargan de
explotar sin restricciones «político-ambientales» mientras los pobres son
condenados a matarse entre sí y los ricos a vivir en cápsulas de confort consumista.
La violencia callejera a la que
hoy asistimos tiene el objetivo de convencernos de que el Estado venezolano ha
«fallado» en brindarnos seguridad, primero por «represor» (de ahí la lluvia
demencial de imágenes por decir lo menos, descontextualizadas) y luego por
«falta de autoridad», por «falta de gobierno». Los escuálidos quieren pues dos
cosas increíblemente disociadas: que los repriman (porque el gobierno y las
fuerzas del orden hasta ahora sólo han contenido) y que el gobierno «ejerza la
autoridad y evite el caos». Caos, de paso, propalado y auspiciado por muchos de
los mismos que hoy piden que desaparezca.
Porque el punto es que
necesitaban una «salida» y esta no ha ocurrido. ¿Qué ha ocurrido? Que el líder
de la oposición fascista fue detenido y conducido a los tribunales bajo la
protección del gobierno que impidió que la misma derecha lo matara. Lo cual
demuestra dos cosas: que tampoco era el líder sino un títere y que lo que vemos
hoy desplegado en las calles de algunas ciudades y en algunas zonas de éstas,
son las diseminación en la población entre confundida e infiltrada, de la violencia
de la derecha o el capital internacional (que es exactamente lo mismo) que
quiere replicar los acontecimientos de Siria u, hoy mismo, de Ucrania.
La «salida» que ansían entonces
no está cerca y sí, sin embargo, todo lo contrario: la entrada y radicalización
de una nueva etapa de la revolución: el capítulo pendiente y decisivo: la
re-producción socialista del Socialismo venezolano.
Esa es la luz al final de este
túnel (después del laberinto despejado por Chávez) lleno hoy de chamusquina y
basura, entre opositores algunos ya aburridos que se debaten entre la violencia
sin objeto y la perspectiva ya encimada de las vacaciones carnavalescas all inclusive.
Y si no es el carnaval, será la
lluvia.
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