Apoyar Ávila TV
Por
José Javier León
Es este un buen momento para el “periodismo” venezolano. Lo pongo entre comillas porque voy a hablar de un tipo de periodismo no acostumbrado, una perfecta acción de calle con cámaras y micrófonos, con la intención de provocar, de sacar de sus casillas, hasta ahora y en este caso que comentamos, a los actores políticos mediáticos. El tipo de acción no es nueva, se parece mucho al modelo que Ignacio López Vigil desarrolla en Ciudadana Radio cuando habla de la interpelación ciudadana, una radio retrechera, indagadora, que va hasta la llaga, mete el dedo y jurunga. Se parece, pero sin duda que lo que está sucediendo en nuestro país no lo pensó, creo, Vigil, porque su modelo funciona, como en todas partes donde no hay libertad de expresión sino de presión y empresa, para radios y televisoras comunitarias, no para canales de Estado, aunque, ciertamente, Ávila TV nació comunitaria y de ahí su formato. Lo que no contaba tal vez ni la misma Ávila es con en el alcance que iba a tener su manera de estar en y sobre la noticia, haciendo llave con Mario Silva y La Hojilla, programa que merece comentario aparte. El hecho es que los “reporteros” (Chávez hace tiempo los llamó “artilleros de la vida”) salen a la calle a preguntar lo que no saben ni quieren ni pueden responder, los actores políticos de oposición venezolanos, que hace rato no tienen agenda propia sino una hecha con retazos de viejas y nuevas conspiraciones, de mentiras, manipulaciones, medias verdades, viejos contactos, informantes, infiltrados y correveidiles, pero en las que todos quisieran, aparentan, o afirman estar para estar en algo. La CIA debe estar un poco desconcertada con esta oposición, y por eso me parece que está decidida a jugar sola en las Grandes Ligas, viendo a ver si el Comando Sur la pega con las bases, y la cosa se resuelve a invasión limpia, y no con manos blancas, huelgas de hambre a punto e’ pollo con reinas pepiá’s y micro marchas. La campaña mediática para ablandar conciencias no les está funcionando aquí en Venezuela y para sorpresa de no pocos, ni en el mundo, si a ver vamos por los resultados de la marcha mundial contra Chávez que quedó bastante deslucidita ante la alfombra roja rojita de Venecia. En el único sitio en el que se jactan de haber movilizado más de cien personas fue en Honduras, y jactarse de eso ya nos puede dar una idea de lo mal que están.
Vista desde el Pentágono la oposición nuestra debe dar pena ajena. No más con el mismísimo “premio” Milton Friedman viviendo en Méjico, después de una espectacular y rauda carrera política, tenemos pa’ rato. Pero sobre todo más descosía está (la oposición, digo) cuando los muchachos estos de Ávila se fueron primero con sus cámaras y luego con las de VTV a “cubrir” (más bien desnudar) las marchas de oposición, más otras cosillas, a cual mejor. Como por ejemplo, aquella entrevista a un funcionario de Súmate, o el intento de entrevistar al entonces gobernador Manuel Rosales en un restaurante capitalino http://www.vtv.gov.ve/videos-destacadas-en-video/14528 . El asunto es que el mundo de la TV es un mundo prefabricado, y lo que se dice en vivo en realidad está (como) muerto. Así son las entrevistas. El entrevistado sabe lo que le van a preguntar, sabe lo que va a responder, y todo está más o menos sabido para que no haya “errores” (de todos modos, ahí está la edición a posteriori, la desaparición, la invisibilización). Eso está bien, sólo que ahora estos muchachos llegan y le meten el micrófono en cualquier lugar a entrevistados que no saben sobre qué les van a preguntar, por lo tanto no están preparados (a veces fingen y hablan resueltamente y hasta sonriendo, pero se les ve clarita la arrechera entre dientes) y responden, si responden, con lo primero que tienen a flor de lengua. Como a veces no tienen nada, pues entonces sabotean la entrevista con cualquier excusa, como esa de “quítate el chaleco y te doy la entrevista” y manotear y caminar a paso redoblado como sólo los niños malcriados saben hacerlo. Pero últimamente he visto algo verdaderamente bochornoso: a un director de “medio” de “comunicación”, alguien (a todas luces un escolta) le practicó una llave directa al pescuezo y lo arrastró fuera del micrófono y la cámara.
La cosa algunas veces se ha puesto intensa, la molestia es ostensible, ya no aceptan ser apuntados por el micrófono, no tienen argumentos sobre casi ningún tema, no leen y si leen, leen cosas que los confunden o les mienten; acuden a los expertos, pero los expertos se acomodan a la ignorancia ambiente, víctimas de aquello de que al público hay que darle lo que pide, de modo que si se le ocurre razonar, ir un poco al fondo de la cuestión, pensar por cuenta propia, salta el o la periodista a corregir, a llamar al orden, a rectificar al entrevistado, o bien, apuran el corte comercial, el cambio de tema. Cuando el “músico de Venezuela” asomó una opinión favorable sobre la calidad humana de Chávez, la entrevistadora enmendó la plana rápidamente, ante la visible incomodidad del entrevistado. En definitiva, por esa grieta se han colado los de Ávila y, ladillando, han logrado picar a los canales y prensa de derecha. Las menciones y mentadas a La Hojilla van in crescendo. Además, se inventaron la coñiza a los reporteros de la Cadena Capriles, amenazan hasta de muerte a una reportera de RNV en las narices del “presidente” del “Colegio” de “Periodistas”, y ya no consiguen fácilmente entrevistas ni testimonios el Amorín o el Carvajalino. Ahora la noticia es que no dan (no pueden dar y no los dejan dar) “declaraciones”.
Escribo esto porque debemos seguir profundizando (en) el modelo Ávila TV, hacer escuela. De lo que se trata es de llegar a la verdad, indagar las causas y los efectos, tratar de comprender la realidad, enseñar a no plegarse a lo que los medios (es decir, los empresarios no sólo de medios sino la clase capitalista en general) quieren decir, informar o entretener. El modelo Ávila TV logra impactar la hegemonía comunicacional, esa suerte de dictadura del reporter cuyo modelo elevó a su quintaesencia el periodismo norteamericano. Por cierto, un periodista del equipo de VTV ha intentado acercarse al modelo, pero resulta muy rígido, creo que se lo toma demasiado en serio y eso lo aprovechan los avisados del otro lado y logran desencajarlo. En definitiva, las cosas para el “periodismo tradicional” (esa forma que tenía de mentir sin réplica) ya no son las mismas, lo saben y de ahí la tirria. Todavía veo los ojos encendidos de la reportera de Globovisión cuando llegó al país Vargas Llosa y con una cámara fotográfica apuntaba literalmente al equipo de VTV. Parecía decir: ¡Já! ¡Los tengo, perros! ¡Cuando llegue la hora de la razzia no los pelo!
En fin. Nos toca consolidar, hacer escuela, repito, investigar, ir al fondo de las cuestiones y no darles respiro a los encargados históricos de mentir a favor de las trasnacionales, las corporaciones, los amos del dinero. No darles cuartel. El juego tiene impacto cuando se acompaña de razones, de argumentos, de ideas sólidas. No podemos esperar que nunca las tengan, no nos podemos confiar, no se trata de estar alertas sino de no desmayar en el esfuerzo cotidiano de decir la verdad, duélale a quien le duela. Debemos, sí, esforzarnos, para que la verdad le duela a la derecha, que no se cumpla la máxima santanderista de que en política la verdad es siempre lo que no se dice, que la verdad pues, siga siendo nuestra razón de ser y hacer las cosas. Sólo por eso, por el afán de informar, de decir la verdad, de acompañar las luchas, los dolores y los triunfos de nuestro pueblo, sus alegrías, sueños y esperanzas, es que debemos hacer periodismo, radio y televisión. Los muchachos y muchachas de Ávila, en coyunda con La Hojilla, deben estar conscientes de la tronera que abrieron, aquellos por su parte estarán más pendientes, con más aplomo los estarán esperando, unos con puyones, otros –los menos (y menos que menos los del público) con frases coherentes. Tal vez no puedan negarse siempre a cruzar palabras con los reporteros de Ávila y VTV, y la solución menos presentable y la menos mediática es abracarlos y llevárselos arrastras para evitar que declaren, voceen, vociferen. Claro que no optarán por la verdad, o por la confesión burlesca de que “están pagados por la CIA” como espetó el tonto de Otpor (dándoselas de vivo, claro). Creo, sí, de todas todas que vendrá violencia (no les ha salido bien últimamente, están cayendo algunos presos ante la elocuencia y flagrancia de las imágenes, los escarceos aumentarán con el calor de la contienda), no les queda de otra, porque la verdad, o al menos la sindéresis, no les conviene, no está en su haber y capital político. Hacer a la oposición “decir” su “verdad”, esa que no pueden decir; hacer que revelen sus planes tratando de explicar para televisión y para todo público lo que transaron en el living de un hotel, durante un almuerzo; desmoronar sus vidrieras mediáticas debe ser nuestra estrategia, pero eso sólo se podrá seguir haciendo si reforzamos nuestros argumentos, sin caer en la provocación huera, en la pregunta por la pregunta (como si el estilete estuviera en el acto y no en el contenido), atosigando con preguntas que solapan y asfixian sus intentos de respuesta, desoyendo (y haciéndoles un favor, de paso), su falta de respuestas. Lo peor para ellos es que hablen. Dejemos que lo hagan, que se explayen, pero hagamos -directo en la yugular- las preguntas que no esperan. No es difícil. Hemos aprendido a seguir el rastro de la conspiración que van dejando en el camino. Hagámosles saber, como ha ocurrido en los mejores momentos, que sabemos que mienten.
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