Por
Luisana Colomine
Leo con asombro lo ocurrido a la periodista venezolana Solvy Hernández, cuyo relato sencillamente es pavoroso. Ya desde hace unos meses nos llegan estas informaciones y, la verdad, hasta ahora desconozco si ha habido algún pronunciamiento de las autoridades venezolanas.
Llama la atención el desprecio y el maltrato de los cuales han sido víctimas no sólo venezolanos y venezolanas, sino gente de otras nacionalidades latinoamericanas y centroamericanas, según lo narrado por Solvy. Pero más aún nos desconcierta y llena de impotencia la impunidad de estos “gendarmes” y otros funcionarios del aeropuerto de Barajas, que osan llamar al sitio “tierra de nadie” y sin ningún control arremeten contra la dignidad de los viajeros.
Es absolutamente inconcebible lo que en esta oportunidad hicieron con la menor de edad, pues los adultos tienen herramientas físicas y psicológicas para buscar explicaciones a estos hechos, pero el trato que dieron a la niña es inaceptable y la cancillería venezolana y la embajada de Venezuela en España deben pronunciarse y tomar acciones legales contra la gente que actuó de esta manera pues se violaron derechos humanos básicos como la alimentación.
Pero estos hechos sirven para reflexionar un poco más sobre el rol de nuestras embajadas en el exterior, pues ¿cómo es posible que con tantas denuncias la embajada de Venezuela en España no vigile especialmente esta situación? ¿Cómo es posible que no se instale una oficina para auxiliar a nuestros compatriotas que inocentemente viajan a conocer la y que “madre Patria”? ¿Cómo es posible que se denigre a una persona de esa manera, que sea devuelto a su país como si fuese un delincuente, ¡¡¡y no pase nada!!!?. ¿Qué tal si hubiésemos devuelto a los millones de españoles que se vinieron a vivir a Venezuela y deambulan libremente por nuestro país?
Hace poco estuve en Argentina, cuya gente, bondades y belleza para nada quiero desmeritar por lo que voy a narrar, pero llegué de lo más confiada, por aquello de que Caracas “es la ciudad más peligrosa del mundo”. Pues lo que no me pasó en nuestra peligrosa Caracas, me ocurrió la misma noche que llegué a la capital argentina. Dos taxistas me robaron parte de los pocos dólares que llevaba, y me ruletearon por toda Buenas Aires hasta que amenacé con abrir la puerta del taxi y lanzarme de allí. Como pude llegué al hotel. Luego de eso, ya finalizando mi estadía allá, un día sábado antes de mi regreso el domingo, en un descuido alguien me abrió el bolso y me dejó sin pasaporte y sin plata. Llamé a la embajada pero nadie atendió. Corroboré que no se hacen guardias los fines de semana. Gracias a otro colega argentino pude localizar al jefe de prensa de la embajada. Pese a mi precaria situación, no recibí ningún tipo de ayuda. Se me informó que con la cédula de identidad podría viajar. Ante la inseguridad de esta opción, simplemente me dijeron que “afortunadamente” una funcionaria venezolana viajaría en el mismo vuelo que yo a Venezuela y que cualquier cosa pues “búscala a ella”. Otros camaradas argentinos me auxiliaron esa noche con 150 pesos, con lo cual pagué los 92 del taxi. Una vez en el aeropuerto (no vi. a la funcionaria venezolana por ningún lado) me querían multar con 200 pesos porque había perdido mi pasaporte. Demostré que me lo habían robado con el papel que me dieron en la comisaría donde puse la denuncia y después de tanta llorona, el tipo me dejó embarcar con la cédula. La primera vez que estuve en Buenos Aires fue en visita “oficial” y, la verdad, la atención fue inmejorable por parte de la embajada. Pero en esta oportunidad, como ciudadana de a pié, constaté este tipo de fallas las cuales sin ánimo de polemizar ni de entrar en conflictos con nadie, deben subsanarse para al menos tener una mano amiga fuera de la patria cuando este tipo de episodios ocurra.
Me solidarizo con la compañera Solvy y con los compatriotas venezolanos que han sufrido e maltrato en España. Segura estoy que ningún español, ni ningún extranjero, ha sufrido lo que ellos pasaron en el aeropuerto de Barajas. Amigo Isaías Rodríguez, embajador nuestro en la península ibérica: tienes la palabra.
*Periodista-Docente UBV
Luisana Colomine
Leo con asombro lo ocurrido a la periodista venezolana Solvy Hernández, cuyo relato sencillamente es pavoroso. Ya desde hace unos meses nos llegan estas informaciones y, la verdad, hasta ahora desconozco si ha habido algún pronunciamiento de las autoridades venezolanas.
Llama la atención el desprecio y el maltrato de los cuales han sido víctimas no sólo venezolanos y venezolanas, sino gente de otras nacionalidades latinoamericanas y centroamericanas, según lo narrado por Solvy. Pero más aún nos desconcierta y llena de impotencia la impunidad de estos “gendarmes” y otros funcionarios del aeropuerto de Barajas, que osan llamar al sitio “tierra de nadie” y sin ningún control arremeten contra la dignidad de los viajeros.
Es absolutamente inconcebible lo que en esta oportunidad hicieron con la menor de edad, pues los adultos tienen herramientas físicas y psicológicas para buscar explicaciones a estos hechos, pero el trato que dieron a la niña es inaceptable y la cancillería venezolana y la embajada de Venezuela en España deben pronunciarse y tomar acciones legales contra la gente que actuó de esta manera pues se violaron derechos humanos básicos como la alimentación.
Pero estos hechos sirven para reflexionar un poco más sobre el rol de nuestras embajadas en el exterior, pues ¿cómo es posible que con tantas denuncias la embajada de Venezuela en España no vigile especialmente esta situación? ¿Cómo es posible que no se instale una oficina para auxiliar a nuestros compatriotas que inocentemente viajan a conocer la y que “madre Patria”? ¿Cómo es posible que se denigre a una persona de esa manera, que sea devuelto a su país como si fuese un delincuente, ¡¡¡y no pase nada!!!?. ¿Qué tal si hubiésemos devuelto a los millones de españoles que se vinieron a vivir a Venezuela y deambulan libremente por nuestro país?
Hace poco estuve en Argentina, cuya gente, bondades y belleza para nada quiero desmeritar por lo que voy a narrar, pero llegué de lo más confiada, por aquello de que Caracas “es la ciudad más peligrosa del mundo”. Pues lo que no me pasó en nuestra peligrosa Caracas, me ocurrió la misma noche que llegué a la capital argentina. Dos taxistas me robaron parte de los pocos dólares que llevaba, y me ruletearon por toda Buenas Aires hasta que amenacé con abrir la puerta del taxi y lanzarme de allí. Como pude llegué al hotel. Luego de eso, ya finalizando mi estadía allá, un día sábado antes de mi regreso el domingo, en un descuido alguien me abrió el bolso y me dejó sin pasaporte y sin plata. Llamé a la embajada pero nadie atendió. Corroboré que no se hacen guardias los fines de semana. Gracias a otro colega argentino pude localizar al jefe de prensa de la embajada. Pese a mi precaria situación, no recibí ningún tipo de ayuda. Se me informó que con la cédula de identidad podría viajar. Ante la inseguridad de esta opción, simplemente me dijeron que “afortunadamente” una funcionaria venezolana viajaría en el mismo vuelo que yo a Venezuela y que cualquier cosa pues “búscala a ella”. Otros camaradas argentinos me auxiliaron esa noche con 150 pesos, con lo cual pagué los 92 del taxi. Una vez en el aeropuerto (no vi. a la funcionaria venezolana por ningún lado) me querían multar con 200 pesos porque había perdido mi pasaporte. Demostré que me lo habían robado con el papel que me dieron en la comisaría donde puse la denuncia y después de tanta llorona, el tipo me dejó embarcar con la cédula. La primera vez que estuve en Buenos Aires fue en visita “oficial” y, la verdad, la atención fue inmejorable por parte de la embajada. Pero en esta oportunidad, como ciudadana de a pié, constaté este tipo de fallas las cuales sin ánimo de polemizar ni de entrar en conflictos con nadie, deben subsanarse para al menos tener una mano amiga fuera de la patria cuando este tipo de episodios ocurra.
Me solidarizo con la compañera Solvy y con los compatriotas venezolanos que han sufrido e maltrato en España. Segura estoy que ningún español, ni ningún extranjero, ha sufrido lo que ellos pasaron en el aeropuerto de Barajas. Amigo Isaías Rodríguez, embajador nuestro en la península ibérica: tienes la palabra.
*Periodista-Docente UBV
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