José Javier León
Con
una redacción lúcida y vertiginosa transcurre este para mí importante
libro de la socióloga cumanense Nellys Ramírez Díaz, publicado por El
Perro y La Rana en 2012. Recoge el mismo un estudio hecho –así se
percibe- al calor de los acontecimientos, con materiales provenientes de
periódicos y revistas tocados de inmediatez y estupor. Las citas nos
llevan a los de mi generación y mayores claro está, a hechos recientes
pero que la precipitación de hechos actuales hicieron que quedaran
atrás, de pronto opacos. El libro los trae de nuevo hasta nosotros, nos
los re-presenta, los pone de nuevo sobre el tapete, revivificados. Lo
que Nellys explica nos explica: el ayer que recoloca en su justa
dimensión, sitúa el hoy en un punto cimero y álgido. Recomiendo, pues,
su lectura.
En el libro podemos hacer seguimiento a la seguidilla de eventos que
explican, por ejemplo, la caída del bipartidismo y la emergencia de
Chávez. Pero también, y fundamentalmente, cómo ciertos y específicos
actores de entonces no pudieron hacerse con el poder, los mismos que hoy
continúan no sólo al acecho sino en un proceso continuado de
deslegitimación. En efecto, se comprende cómo el «partido» protofascista
«Primero Justicia» era el llamado por la lógica del capital a asumir el
control «político» del país, revela los factores que impidieron que
ello ocurriera y al contrario cómo se abren las compuertas para este
otro muy distinto presente.
Compartimos con Nellys que a la crisis política y de legitimidad
corresponde dialécticamente un «proceso de politización y de elevación
de la conciencia política en la población» (p. 16). Y la acompañamos
también cuando explica la Formación Social Venezolana en tanto que
dependiente del mercado capitalista mundial. Conciencia y politización
por un lado y dependencia endémica al capitalismo neoliberal en su
expresión fondomonetarista colisionaron precisamente en febrero de 1989 y
la expresión del surgimiento de la nueva hegemonía se haría presente en
debates, discursos, actores, procesos electorales, rebeliones y golpes.
En días recientes, cuando el presidente Maduro introdujo la solicitud
de una ley habilitante para legislar de manera extraordinaria en la
guerra contra la corrupción, planteó de manera meridiana el meollo de la
pugna de los bloques de poder: el control de la renta petrolera.
Ese, decía
Es el centro de la batalla, no nos llamemos a engaños, es el centro
de la batalla nacional, hoy por hoy la burguesía sigue buscando de
diversas formas mantener el control de la renta petrolera, si a nuestra
parásita e importadora burguesía criolla le sigue correspondiendo
alrededor del 70% del producto interno bruto, quiere decir que la
dinámica económica todavía está lejos del socialismo, muy lejos
compañeros, camaradas, compatriotas, pueblo que nos escucha, no en vano
la burguesía se dedica fundamentalmente al comercio ello le permite la
más rápida y fluida captación de la renta petrolera y por allí se
desangra el país, el cadivismo, la Venezuela potencia que soñara,
trabajara y proyectara nuestro comandante es radicalmente antagónica con
la expansión del consumismo en función de los intereses de la burguesía
parasitaria, toquemos allí los puntos medulares de la acción
revolucionaria que nos toca esta década y las décadas que están por
venir para completar el ciclo de consolidación de la independencia por
la vía de la construcción de un socialismo verdaderamente que logre el
desarrollo económico queridos camaradas.
[1]
En la IV República, dice Nellys Ramírez, «a través de la promesa
populista de distribución de la renta se canalizaba la aceptación de las
masas hacia ese patrón de acumulación específico, en el que el sistema
partidista canalizaba el consenso, para asegurar la legitimación de un
modelo de democracia representativa que estructuralmente tenía sus bases
en dicho modelo de acumulación» (p. 29).
La crisis capitalista mundial hará que este modelo de distribución no
pueda seguir sosteniéndose de modo que los partidos y sus promesas de
bienestar quedarían definitivamente insatisfechas, a lo que
sobrevendrían exigencias de la población cada vez más violentas seguidas
de creciente represión que culminarían en nuestro caso, con el
sangriento hito del Caracazo.
Descubre Nellys (citando a Rodríguez Rojas,
El Globo, 9-03-03:24)
que un nuevo patrón de acumulación estaba naciendo prohijado por el
«libre juego del mercado» (eufemismo mediante) «representado por un
trinomio de intereses como lo son el capital internacional en alianza a
una burguesía y una clase política ‘trasnacionalizada’» (p. 37)
Había llegado la hora de que la burguesía desembozada y sin los
arrabiates de los partidos políticos de base social popular tomara el
poder, se hiciera de la renta petrolera y se dedicara a jugar a la bolsa
y a consolidar al interior del país un Estado policial de Tolerancia
Cero. Había pues, sonado la hora del fascismo y de fundar un partido que
sirviera de mampara electoral para cubrir los rasgos más criminales de
la plutocracia antipolítica.
Eran precisos ajustes neoliberales, shocks, y por supuesto represión.
Pero el capital y su decurso no contaron con el surgimiento de un
militar díscolo, bolivariano, extraño y antípoda a la Escuela de las
Américas y al Consenso de Washington. El 4 de febrero de 1992 sería el
primer golpe militar fuera de la esfera de la CIA, el Pentágono y la
Embajada Norteamericana, es decir, contra las políticas neoliberales en
la región.
Ese primer y contundente golpe a las bases del modelo de acumulación
de las élites iba a despejar el camino para que llegara al poder Hugo
Chávez en 1998, no sin antes impedir –además- que se pudiera concretar
un golpe de ultraderecha necesario para –terrorismo mediante- aplicar
las medidas neoliberales urgentes para que el patrón de acumulación
siguiera su curso. Este golpe no ocurrió, la preparación subterránea de
la rebelión militar bolivariana abortó el nacimiento de un gorila y
finalmente Caldera –literalmente momificado en el acto de representar el
último vestigio de la partidocracia y cabeza de lo que sobrevivió: «el
chiripero»- con un falso discurso social intentó avanzar, pero ya sin
fuerzas en la aplicación del «paquete» pendiente.
Sin embargo, la última y desesperada expresión de los partidos en las
elecciones de 1998 no pudo ya evitar el triunfo de Chávez y, en vez de
las medidas macroeconómicas del FMI y la tesis del Estado Mínimo se
impuso el renacimiento de la política y del Poder Constituyente.
Pero en apenas dos años, las fuerzas de la burguesía reagrupadas y
reimpulsadas se lanzaron contra el todavía incipiente proyecto de
gobierno bolivariano avivado por el enérgico presidente Chávez, que ya
para entonces había dado un viraje a la geopolítica petrolera y
reagrupado a los exportadores de crudo. Se lanzaron con todas sus
fuerzas pero apareció lo insólito, regurgitó la historia acumulada y el
golpe fascista fue barrido en 47 horas.
Diez años más tardaron en recomponerse los mismos actores, la
burguesía (ya en los 90 capitaneada por el hambriento grupo Polar
devenido – según Domingo A. Rangel «casi entidad trasnacional», p. 207) y
el capital internacional. Hoy asistimos a un nuevo avatar de la misma
corriente histórica que el libro de Nellys nos ayuda a comprender y a
visualizar, al tiempo que nos aclara cómo es que en medio de la
violencia que han pretendido sembrar los sectores fascistas se mantiene
la paz que nos permite avanzar en la construcción del socialismo.
Tenía razón Chávez: él y su proyecto son la garantía de la paz. La
imposición del modelo de acumulación de la derecha fascista conlleva
violencia y represión. Su plan, único, siempre ha sido: «privatización
de PDVSA, confiscación de prestaciones sociales, apertura total al
capitalismo foráneo, mercado sin límites, purga de medio millón de
empleados públicos (hoy serían muchísimos más…)» (Mieres, F.,
el Globo 28-10-93:29,
citado por Nellys Ramírez). El pueblo venezolano, hoy más hijo de
Chávez que nunca, formado y forjado al calor de estos años, no permitirá
sin resistir hasta las últimas consecuencias la imposición del eterno
«paquetazo».
Y hoy el pueblo no es el mismo del 89, del 92, del 98, del 2002. Hoy
el pueblo está mucho más maduro, y la expresión cotidiana de su guerra
contra el fascismo y el capital es ejemplo para el mundo.