“La Universidad Bolivariana, es motor, es vanguardia, es caballo, es lanza, es bandera, de un nuevo modelo educativo de liberación. Ustedes son actores fundamentales de esa vanguardia, siéntanse orgullosos mujeres y hombres”

Fragmentos del discurso del Presidente Hugo Chávez, Caracas, 08/11/2003, en el marco de la inauguración de la sede UBV Zulia.

viernes, 7 de mayo de 2010

EL LUMPENPROFESORADO

Rafael Boscán Arrieta
Periodista/Docente UBV-Zulia

Se puede leer en Aporrea

“El lumpemproletariado (algunas veces escrito lumpenproletariado) es un término de origen marxista, con el que se designa a la población situada socialmente por debajo del proletariado, desde el punto de vista de sus condiciones de trabajo y de vida, formado por los elementos degradados, desclasados y no organizados del proletariado urbano”.
Así describe Wikipedia a estos marginados, como la capa social más baja y sin conciencia de clase. Hoy, podemos decir que lo que nos salva a nosotros, noveles profesores universitarios de nuevas universidades como la UBV, de convertirnos en ese lumpenproletariado, (o lumpenprofesorado) es precisamente la conciencia de clase, la que nos lleva a organizarnos, a reclamar, a luchar por nuestras justas reivindicaciones laborales.
Hoy, un profesor de categoría asistente a dedicación exclusiva (es decir, no puede percibir salario alguno por otras vías), la segunda en el escalafón universitario, luego de seis años de trabajo (sin contar el trabajo voluntario previo para construir la naciente UBV), después de estudios de superación, de pasar por estrictos cursos de formación y concursos de oposición, de innumerables aportes a la construcción de la Universidad, a través de la redacción de programas, libros, reglamentos, asistencia a eventos, apoyo a la Misión Sucre en distintas regiones -sin viáticos-, etc.; de apoyo a causas sociales y gremiales justas y de compromiso político con el proceso revolucionario; de la realización en muchos casos por cuenta propia (pagando de su bolsillo) de maestrías e incluso doctorados, hoy ese profesor gana apenas 2 salarios mínimos y fracción (sin contar las deducciones, que lo llevan a 1 salario mínimo por quincena); sueldo que, a diferencia de otros grupos sociales, no es ajustado anualmente sin mayores requisitos de formación posgraduada y sin prolongadas diatribas políticas, sino según las arcaicas normas de homologación (aceptadas por el difunto Luis Herrera Campins en 1982), las cuales señalan que cada dos años se ajustará el salario según la inflación.
Esto ha llevado a que desde el 2008 no se ajuste el sueldo de los profesores universitarios y, lo que es peor, dos años y 50 % de inflación después, aún se nos adeude un porcentaje (60 %) del aumento hecho ¡para paliar esa inflación! Si a esto le sumamos un seguro médico que cubre poco más allá de un resfrío complicado, y unos cesta tickets que, como norma, se cancelan según la unidad tributaria del año pasado, estamos en presencia de un potencial lumpenprofesorado, que lucha día a día por subsistir con el mismo sueldo, cuando todo ha aumentado, por inflación o por especulación.
Pero, como Dios habla por las matemáticas, como siempre dice nuestro Comandante Chávez, veamos algunos números. Teniendo como referencia que el salario mínimo recién ajustado de es Bs. 1.223, y tomando como base nuestro salario básico, Bs. 2.868, nuestra hora de trabajo es cancelada con la astronómica suma de ¡Bs. 11, 95! Es decir, 10 bolívares por hora de trabajo, eso calculando 8 horas diarias, sin contar con las horas adicionales en la cuales muchos docentes dan clases en turnos nocturnos de la Misión Sucre como asignación laboral, o las visitas a las comunidades que forman parte de nuestra agenda semanal, o las necesarias horas de estudio y preparación de clases que se ejecutan día a día (al menos 2 horas).
Si lo comparamos con otros oficios, veremos que es menos de lo que hace un chofer de carritos por puesto en una hora (tomando que el pasaje largo es a Bs. 3 y a las cacharritas les caben 5 pasajeros, y dependiendo de la ruta en una hora se pueden hacer hasta dos viajes, es decir, 30 bolívares); o que el chichero o guarapero, que vende su producto entre 3 y 5 bolívares, y en una hora sale de al menos 5 vasos; es mucho menos que lo que hace un taxista, que a carrera mínima en 15 bolívares puede facturar fácilmente en una hora hasta 60 mil bolívares; o del que vende empanadas, que sacando los costos de producción puede ganar unos 30 o 40 bolívares en una hora; menos incluso que el ingreso por hora de los “cuidaítos” o los que limpian los vidrios de los carros en las esquinas de Maracaibo, que a razón de 1 o 2 bolívares por “servicio” se redondean al menos 15 por hora.
Alguien podrá alzar su voz para decirme que exagero y que en los ejemplos anteriores no he tomado en consideración los costos o los peligros inherentes a dichos oficios, la informalidad, etc. A ellos les digo que le sumen a lo ya dicho las poco óptimas condiciones del sitio de trabajo (al menos en el Zulia), la lejanía de la sede, el mal estado de las pocas vías de acceso, el gasto en reparación de vehículos propios o en transporte, etc.
Las anteriores comparaciones para nada son discriminatorias o capitalistas, o ensalzadoras de la división social del trabajo en “físico” e “intelectual”, por el contrario, nos atenemos a la filosofía engeliana y marxista según la cual se recompensa “a cada quien según su necesidad, a cada cual según su capacidad”, teoría tomada por Fidel Castro para criticar la nivelación salarial única que existió en la Unión Soviética, mas allá de la privilegiada nomenklatura. Una cosa es la recompensa que cada quién recibe por el trabajo realizado, según su desempeño y tomando en consideración las condiciones laborales mínimas, de salud y de formación del trabajador, y otra la seguridad social que en materia de educación, salud, vivienda, seguridad, etc., debe proporcionar el Estado a todos los ciudadanos por igual como derechos humanos primordiales. Es precisamente a esta última a la cual le debemos no habernos transformado en ese lumpenprofesorado.
Pagamos entonces, justos por pecadores, al ser los cuartorrepublicanos de las universidades autónomas quienes negocian por los nuevos docentes nacidos al calor del socialismo revolucionario, sin que nuestra voz se oiga, protestando por lo justo sin la retórica oposicionista de los gremios anquilosados de la universidad tradicional.
En un escrito publicado en 1825, Bolívar asienta: "El gobierno forma la moral de los pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad y al poder. Porque teniendo a su cargo los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirige. (…) Las Naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación”. No podrá haber grandeza de Venezuela con educadores empujados hacia el lumpenprofesorado, degradados, aún reconociendo que este es el gobierno que más ha invertido en educación en toda nuestra historia republicana. Parafraseando a Martí, Bolívar y el gobierno bolivariano aún tienen mucho que hacer con la educación en Venezuela. Sálvennos de la exclusión.

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