“La Universidad Bolivariana, es motor, es vanguardia, es caballo, es lanza, es bandera, de un nuevo modelo educativo de liberación. Ustedes son actores fundamentales de esa vanguardia, siéntanse orgullosos mujeres y hombres”

Fragmentos del discurso del Presidente Hugo Chávez, Caracas, 08/11/2003, en el marco de la inauguración de la sede UBV Zulia.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Contra la burocracia


Por
José Javier León

“La centralización excesiva sin una organización perfecta frenó la acción espontánea sin el sustituto de la orden correcta y a tiempo.”
Che



Voy a cometer un sacrilegio, pero en el camino de construcción que hemos emprendido no deben existir santidades ni a prioris. No dudo (ni se trata de ello) de la calidad revolucionaria del Che ni de la claridad expresada en muchas páginas, pero este texto suyo en particular, por demás muy conocido (como se conocen muchos textos famosos, de puras oídas, a lo más el título, y más un título como el de marras, cumpliéndose aquel dicho de un coterráneo del Guerrillero Heroico, que decía que los clásicos no se leían sino que se releían), presenta varios problemas, los cuales quiero mostrar aquí, con el afán de que vayamos al grano, cuando de burocracia se trate.
Escribo motivado por los ríos de tinta (sobre todo virtual) que corren sobre el problema de la burocracia, en la mayoría de los casos, mal tratado por mal razonado. En efecto, se dice que la burocracia es el problema, cuando en verdad el problema es el Estado. Decir que el problema es la inseguridad y la violencia social y no el capitalismo, es lo mismo que decir, por ejemplo, que la enfermedad es el problema y no la salud. El problema no es el efecto, verdad de cajón, por lo que tenemos que ir a las causas, a la fuente de los problemas. Que, en el caso específico de la burocracia, es el Estado.
Para decirlo de una vez, con otras palabras y al derecho: mientras haya Estado habrá burocracia. Y la burocracia tiene una y sólo una manera de ser. Dice Weber (lo cito porque el Che lo glosa) que consta de “sectores jurisdiccionales estables y oficiales organizados en general normativamente (…) mediante leyes u ordenamientos administrativos”, de actividades que devienen “deberes oficiales”, de una autoridad repartida de manera estable, a través de un sistema de normas que garantiza el cumplimiento; y, para mí lo determinante: de aparatos en los que “sólo pueden prestar servicios aquellas personas que, según reglas generales, están calificadas para ello.”
Siempre que históricamente la humanidad maduró formas burocráticas, la estructura fue esta, y aunque variara el grado de complejidad nunca se avanzó a formas menos rígidas y menos autoritarias; al contrario. Lo que encontramos con la burocracia es a un Estado siempre en crecimiento, elefantiásico, absorbente y omnívoro, que no puede parar de crecer, sobre todo en los momentos de bonanza económica (cuando la crisis estalla, la burocracia se encarniza, el Estado hace aguas haciendo del cuerpo), sumando funcionarios y en definitiva burócratas que justifican su presencia en la infinita escala de las jerarquías, porque saben que, mientras más oficinas, más escritorios, más puertas y pasillos existan, más posibilidades existirán de vivir del Estado, de medrar en él. El Estado y la burocracia son tal para cual, no pueden existir sino juntos, nacieron juntos y comparten naturaleza. Del Estado la burocracia son sus vísceras. Pensarlos separados, o pensar que pueda existir un Estado sin burocracia, es pensar que puede existir vida sin agua. Y como ya lo dije, la burocracia es como es, de modo que no se puede pensar en una burocracia que no cree sectores jurisdiccionales estables y rígidos, un cuerpo de normas que garantice el cumplimiento y un ejército de profesionales, experto (sobre todo y fundamentalmente) en los intríngulis del Estado.
Es por eso que el Che en su famoso texto, que aquí en Venezuela reprodujimos por millares, y que cualquiera ante un caso de expedita burocracia manda a leer (como si lo hubiera leído, porque si lo leyó no creo que lo pueda mandar a leer así sin más), decía entonces, peca de iluso, razonó equivocadamente. Quiere afirmar en el texto dos cosas históricamente inconciliables: agilización de los aparatos estatales y rígido control central. O es una cosa, o es otra. No podía eludir el Che la contradicción de modo que en su texto lo que hace es plantearla y dejarla así. Inconciliable, irresoluta, mezcla imposible del agua y del aceite. Sabe el Che que la agilización de los aparatos del Estado liberará “al máximo la iniciativa”, sólo que esto es imposible estableciendo un “rígido control central que permita tener en las manos de la dirección las claves de la economía”. Esto último es burocracia sin pelos en la lengua, es saber experto y control social. Para liberar a la sociedad y por ende las fuerzas productivas, las “claves” de la economía no deben estar en posesión y mucho menos constituir un “secreto” en manos de expertos, sabios del Estado, estadistas (que el neoliberalismo calificó de “gerentes”), funcionarios encumbrados que tienden a manejar los asuntos del Estado como asuntos personales, a construir logias y, finalmente, en el último escalón de la corrupción, mafias.
Dice el Che que si conocemos “las causas y los efectos del burocratismo podemos analizar exactamente las posibilidades de corregir el mal”. Pero apunta equivocadamente, porque pone el mal en la “organización”, en el “estilo de trabajo”, y no en el Estado como tal. Dice el Che que se deben


“jerarquizar los problemas adjudicando a cada organismo y cada nivel de decisión
su tarea; establecer las relaciones concretas entre cada uno de ellos y los
demás, desde el centro de decisión económica hasta la última unidad
administrativa y las relaciones entre sus distintos componentes,
horizontalmente, hasta formar el conjunto de las relaciones de la economía. Esa
es la tarea más asequible a nuestras fuerzas actualmente, y nos permitirá, como
ventaja adicional encaminar hacia otros frentes a una gran cantidad de empleados
innecesarios, que no trabajan, realizan funciones mínimas o duplican las de
otros sin resultado alguno. Simultáneamente, debemos desarrollar con empeño un
trabajo político para liquidar las faltas de motivaciones internas, es decir, la
falta de claridad política, que se traduce en una falta de ejecutividad.”


Otra vez, la solución es burocracia, saber experto (expresado en la jerarquización de los problemas y en el establecimiento de sus relaciones concretas, jerarquización y relacionamiento llevado a cabo por expertos, claro está), y control social (con ribetes de peligrosa segregación social, cuando se cumplen órdenes de “encaminar hacia otros frentes”, a los innecesarios -“a los displicentes, a los confusos y a los vagos”-, políticas que los funcionarios medios, y peor los de más bajo rango cumplen sin corazón, con estricto apego a su deber, eficaz y eficientemente, cuando no “a sangre fría”.)
Para solucionar el burocratismo (no la burocracia) llama a revisar “bajo la maraña de los papeles, las intrincadas relaciones entre los organismos y entre secciones de organismos, la duplicación de funciones y los frecuentes “baches” en que caen nuestras instituciones”, hecho esto, labor que por cierto será encomendada –como sabemos- a comisiones que comisionan y delegan, ad infinitum, comenzará la remoción, la eliminación de lo desechable (¿de los “desechables”?), que deberán ser re-educados, reconducidos, es decir, una vez más, controlados.
Insisto: la solución que vislumbra el Che, para vencer la burocracia, es burocracia, saber experto y control social.
Pero el Che vio algo que aquí en Venezuela también vimos y que aquí olvidamos rápidamente pero que en Cuba, como que no. Se refiere a la “última movilización” en la que el pueblo cubano todo se enfrentó a la agresión imperialista. Cito:


“…cuando todo el país ponía en tensión sus fuerzas para resistir el embate
enemigo, la producción industrial no caía, el ausentismo desaparecía, los
problemas se resolvían con una insospechada velocidad.
Analizando esto,
llegamos a la conclusión de que convergieron varios factores que destruyeron las
causas fundamentales del burocratismo; había un gran impulso patriótico y
nacional de resistir al imperialismo que abarcó a la inmensa mayoría del pueblo
de Cuba, y cada trabajador, a su nivel, se convirtió en un soldado de la
economía dispuesto a resolver cualquier problema.”


Modestamente, eso fue lo que pasó aquí por los días del “Sabotaje Petrolero” (Dic. 2002-2003), cuando cada trabajador, cuando cada ama de casa, cuando todos, nos convertimos en soldados en cada una de nuestras trincheras. Efectivamente, el balance financiero, como dijo el Che, no podía ser positivo, pero “sí lo fue en términos de movilización ideológica, en la profundización de la conciencia de las masas”. El Che sacó una enseñanza (que creo que fue la misma a la que llegó el Gobierno bolivariano), que cito a continuación, y que comentaré luego:


“debemos hacer carne en nuestros trabajadores, obreros, campesinos o empleados
que el peligro de la agresión imperialista sigue pendiente sobre nuestras
cabezas, que no hay tal situación de paz y que nuestro deber es seguir
fortaleciendo la Revolución día a día, porque, además, ésa es nuestra garantía
máxima de que no haya invasión. Cuanto más le cueste al imperialismo tomar esta
isla, cuanto más fuertes sean sus defensas y cuanto más alta sea la conciencia
de sus hijos, más lo pensarán; pero al mismo tiempo, el desarrollo económico del
país nos acerca a situaciones de más desahogo, de mayor bienestar. Que el gran
ejemplo movilizador de la agresión imperialista se convierta en permanente, es
la tarea ideológica.”

Efectivamente, las “agresiones” han estado y están a pedir de boca, pero me temo que no bastan ni bastarán para agilizar (y mantener agilizadas) las estructuras del Estado que, muy al contrario, se anquilosan y rigidizan con una velocidad pasmosa. Los ministerios, por muy nuevos, nacen viejos, preñados de vicios heredados del Estado, que se remoza todos los días en los pasillos y carpetas que (a)guardan sellos y firmas. Pero es que el estado de guerra no puede ser utilizado como estrategia, primero porque en la paz que impone el imperialismo (la pax del consumo irracional), la guerra social queda disimulada bajo las heridas dolorosas del sicariato, el secuestro, el crimen organizado. Segundo, porque pueden no existir agresiones concretas, específicas, reales, y sin embargo, el discurso de la agresión llama al trabajo desburocratizado. Esto lleva a preguntarnos: ¿cuánto puede durar la historia? Casi pudiéramos creer que, para vencer el burocratismo, necesitamos agresiones imperialistas. Dicho así, salta a la vista el absurdo.
Entonces, para evitar el burocratismo no podemos vivir en un estado de guerra permanente, real o ficticia. Se dirá que nunca es ficticia, que la agresión es real y constante, y puedo, por qué no, aceptarlo, al fin y al cabo las evidencias abundan, sólo que la guerra de los funcionarios no es la misma que la del pueblo. Pero, lo que no puedo es aceptar que allí se encuentra el antídoto contra el burocratismo. Si sólo nos toca la zozobra, la inminencia del desastre, la invasión incoada e invocada por la (in)acción de los burócratas, entonces el burocratismo es (como la guerra, con respeto al mal leído Hobbes) inherente a la condición humana. ¡La guerra aceita las coyunturas artríticas del Estado, el miedo el motor de la historia!
El razonamiento del Che es parcial y coyuntural, y no puede ser extendido a nuestra realidad, por más que Colombia se haya convertido en una base militar norteamericana... Nuestra lucha contra la ineficacia, contra la parálisis no puede depender de si vamos o no la guerra, de si vivimos rodilla en tierra contra el tirano invasor. Contra el burocratismo es un papel para una discusión que en algunos aspectos nos toca, pero en otros definitivamente no.
Nuestra receta no puede ser: permanencia de la burocracia, saber experto y control social. Como cuando dice: “Debemos analizar las responsabilidades de cada funcionario, establecer lo más rígidamente posible dentro de causas, de los que no debe salirse bajo pena de severísimas sanciones y, sobre esta base, dar las más amplias facultades posibles.” La libertad se construye en libertad, y sencillamente no puede existir si el saber lo administran los calificados, los dotados de clarividencia y con poder de decisión, dejándole a los ignorantes la amplia facultad de acatar y cumplir, so pena de severísimas sanciones.
El sabotaje petrolero nos dejó sí, una enseñanza: cuando al pueblo lo dejan tomar las decisiones, las toma rápida y oportunamente. Un pueblo heroico no se equivoca, construye sobre la marcha, sobre los desaciertos, se siente imbatible, orgulloso de sus errores, grita ¡al diablo la macroeconomía, viva la libertad! Pero, igualmente, este pueblo que da la vida, incluso por su líder, desprecia profundamente a los burócratas, esos que no dan la vida sino que la venden, que desprecian la guerra de verdad y peroran sobre la guerra eterna, que aquí se expresa en el ritornelo de la Guerra de IV Generación, el Terrorismo Mediático y el Anti-imperialismo.
Mientras todo pasa, la burocracia echa raíces y el Estado crece, hasta borrar y asfixiar toda iniciativa popular, la única que podría “liberar a la sociedad y por ende las fuerzas productivas”. Ahora ya sabemos responder a la preocupación que expresara Giordani[1] sobre la falta de reacción del aparato productivo: “En estas horas de transición –dijo en entrevista con José Vicente Rangel en octubre de este año- donde los cambios se dan rápidamente, el sector productivo es más lento y allí habrá espacios suficientes, porque también hay ineficiencia del estado, eso es evidente, la ineficiencia en la gestión no solo en el gobierno sino en el sector privado”. Sin iniciativa, sin la agilidad que da el pueblo liberado, no habrá arranque alguno de las fuerzas productivas socialistas (que a las capitalistas les importa un bledo porque saben medrar muy bien en la paraplejía del Estado, paraíso de los enriquecimientos y los negocios ilícitos, sobre todo en un país como el nuestro que tan fácilmente se emborracha de petróleo). Y más claro que el Che en ese texto, el ministro Giordani confirma la única receta posible contra la burocracia, contra el riguroso y “científico” saber experto, contra el severísimo control social [y, de paso, digo yo, contra la guerra]:

“Tienen que ser los pueblos [los] que asuman la soberanía, y la capacidad y la decisión de definir su futuro. Los equipos no se decretan, el resultado de equipo se construye con el esfuerzo, la práctica, el trabajo sostenido no se trata de un milagro. El equipo se construye a través del trabajo, de la autocrítica. No podemos decir que es válida la crítica cuando criticamos a los otros y no cuando nos criticamos nosotros mismos, eso sí puede ser una perversión. Creo que para el ser humano [lo que] vale es el ejemplo, porque podemos decir una cosa y hacer otra completamente diferente. De allí para mí se cifra la esperanza en el liderazgo político colectivo”.

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[1] En (VIDEO) Giordani: “Claro que la crisis económica mundial impacta en Venezuela porque somos un país dependiente de la renta petrolera": http://www.aporrea.org/actualidad/n144092.html

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