“La Universidad Bolivariana, es motor, es vanguardia, es caballo, es lanza, es bandera, de un nuevo modelo educativo de liberación. Ustedes son actores fundamentales de esa vanguardia, siéntanse orgullosos mujeres y hombres”

Fragmentos del discurso del Presidente Hugo Chávez, Caracas, 08/11/2003, en el marco de la inauguración de la sede UBV Zulia.

martes, 19 de enero de 2010

A propósito del foro “Discutamos las medidas económicas”

Por

José Javier León

UBV-Sede Zulia

No hay vuelta a la violencia calculada. El capitalismo no responde automáticamente a alguna racionalidad de intereses, sea de personas, grupos o capitales. Desarrolla a partir del cálculo de intereses una dinámica destructora “desinteresada” que implica la dinámica del asesinato-suicidio.

F. Hinkelmamert


El pasado 13 de enero en la UBV, sede Zulia, se llevó a cabo este foro, oportunamente sin duda (pues la sala estaba completamente llena), para discutir, informar, opinar sobre las llamadas “medidas económicas” que el Ejecutivo tomó el pasado viernes 8 del mes en curso. Participaron el historiador Juan Romero, el profesor de la UBV Eduardo Mármol y el ex ministro de Finanzas Rodrigo Cabezas.

Juan Romero se refirió a la necesidad de superar las condiciones capitalistas de producción recordando con ello el debate propuesto en la remota aurora del siglo XX por Rosa Luxemburgo, “Socialismo o Barbarie”. Siguiéndola volvió a decir lo que viene rodando desde hace rato, que el socialismo no puede ser construido con las herramientas del capitalismo. Asunto verdaderamente dramático en nuestro país, enfrascado en una agobiante economía rentista. A la desigualdad y la injusticia, el Estado ha respondido, nos recuerda Romero, con “Misiones” que minimizan, dice, el impacto de una economía que no estuvo nunca al servicio de las “mayorías sociales”.

Es perentorio reducir las contradicciones, dice, superar el efecto cíclico de las crisis del sistema, no obstante lo que tenemos, y por supuesto es un legado histórico, son “grupos económicos parasitarios”, incapaces de producir riqueza nacional, y encargados del único rubro que mejor conocen: las importaciones.

Pero si ello ha sido siempre así, ¿por qué tales medidas, y justo ahora? Se pregunta, considerando además, que durante el año 2009, tal vez desde antes, hubo un sostenimiento “artificial” de la moneda. Para tratar de responderse, piensa en lo electoral. Nos recuerda que el 82 % de los electores se “ubican en los estratos D y E”. Sugiere entonces que mientras el Estado siga actuando a través de las Misiones, el capital electoral estará más o menos asegurado. Para confirmarlo, se va a cifras de recientes encuestas: sobre el 20 % la población estaría más atenta a la economía, un 18 a la calidad de vida, dejando para un tercer lugar la inseguridad, con todo y la indiscriminada campaña mediática. Eso sobre la percepción de los problemas del país, porque en los números sobre opciones políticas los resultados son más halagüeños, digo para el PSUV. Eso lo lleva a concluir que es el mejor momento –sin desestimar el costo político- para la aplicación de tales medidas, las cuales sin embargo no deben quedarse en un nivel macro, sino bajar al nivel de la “participación popular” y promover el atesorado sueño de la “diversificación de la economía”.

Debemos superar, insiste, el parasitismo del sector industrial, considerar el hecho de seguir subvencionando la crisis del dólar con operaciones financieras bajo el patrón de la devaluada moneda imperial, acabar con la burocracia –aquí recordó a Trotsky, para quien era inconcebible que los militantes del partido pertenecieran a la burocracia del Estado- y avanzar –de su intervención, creo, lo más avezado- hacia una “nueva constituyente”, que permitiría al país clarificar el camino hacia el socialismo.

Eduardo Mármol trabajó sobre una discorde idea básica: “El bolívar fuerte nació devaluado porque no salió acompañado de un PVP, de un control de precios”. Insistió en ello y de paso remarcó la necesidad discutida en el seno del Partido Comunista de eliminar el IVA: “que paguen los que más ganan”.

Por otro lado, llevó a la mesa los comentarios hipócritas en el macro y minucioso plan conspirativo- de quienes alegan “descapitalización” porque compraron a un dólar “barato” y les va tocar comprar con uno más caro, cuando es vox populi –y ni pendejos que fuéramos- que sus ansias de importación fueron saciadas por un lado con abundante dólar permuta y por el otro con negociado dólar Cadivi, entremezclando uno y otro, a sabiendas de que Indepabis no da pa’ tanto y elevar una denuncia de especulación o sobreprecios es casi una quimera, vendieron sobre un margen de ganancia que en algunos casos superó el 200 %. (“Especulamos pero damos empleo” fue una frase genial que alcanzó a pronunciar el empresario Daktari, pescado con los carros en la masa.) Esa es la realidad de nuestros “empresarios”, llamados por Sartre, “burguesía de hojalata”[1]. La medida acaso rasguñe sus ganancias, siendo como lo son un sector protegido por el entramado jurídico del Estado burgués, hecho a la medida de sus intereses de clase, y atendiendo a la verdad que más adelante nos refrescara Rodrigo Cabezas, que el sector privado controla (se puede decir que monopólicamente) más del 70 % del “aparato productivo”, que en un país como el nuestro es casi exclusivamente importador. De más está decir, y aprovechó para remachar la idea que por obvia suele desestimarse, que la “clase empresarial” (y menos la nuestra, parásita) no hará la revolución.

Finalmente, para Mármol las medidas buscan “reactivar el aparato productivo”, hoy sobrevolada por agoreros vientos de guerra, dirigidos a espantar sobre todo a los asustadizos (y expertos en chantaje) capitales golondrinas.

Cerró las intervenciones Rodrigo Cabezas, tratando de cumplir con un compromiso adquirido de entrada: que su explicación estaría dirigida a ignaros en economía. Trató (sobre todo a la hora de pretender no encalamocar al auditorio con el concepto de “precio”).

Se hizo el profesor la misma pregunta que Romero: ¿Por qué la medida ahora? Aclaró que la misma no es más que “un instrumento de política económica”, y como tal está allí para ser utilizada, precisamente para “corregir” un tipo de cambio que ya era “insostenible”. Recordó que los precios los pone la “economía internacional”, y que como país capitalista, el nuestro no puede estar aislado a su influencia. La paridad cambiaria, insistió y reinsistió, es una “relación con el mundo”.

El precio entonces se “modifica” porque existe una relación entre la inflación interna y la inflación externa. En nuestro país en los últimos cinco años estuvo sobre el 20 %, mientras que afuera apenas superaba el 3 %. Como consecuencia teníamos en el país lo que llamó un “dólar barato”, y durante todo ese tiempo “no ajustamos nuestro dólar a la inflación”. Como el dólar era pues, una “mercancía barata, todos iban sobre ella”, lógica, remarcó, y en cierto modo machacó, de “todas” las economías, socialistas inclusive. Era mucho más fácil “comprar con dólar barato” que producir en el país, lo que conllevó el afianzamiento de lo que denominó “sesgo anti-industrial”. Las presiones sobre CADIVI para que soltara dólares para saciar el hambre de importación eran desmesuradas. Aumentaron las compras con dólar “paralelo”, al tiempo que el Estado se vio en la necesidad de tomar de las reservas internacionales para satisfacer las presiones sobre las importaciones que asaltaban a CADIVI. Ahora bien, en el 2009 ocurre la crisis económica y para nosotros se refleja fundamentalmente en el desplome de los precios del petróleo. La cantidad de dólares mermó, por lo que los baratos fueron destinados fundamentalmente a la compra de alimentos, y de paso garantizar con ello mantener alejado el fantasma del desabastecimiento, nocivo electoralmente hablando, como lo recordó el exdiputado.

Buscarían entonces las medidas “corregir un desequilibrio”, mas insistió en la pregunta, ¿por qué ahora y no en cualquier momento del largo período 2004 – 2009, cuando desde ya existía la irregularidad?

Respondió que, en un contexto de precios altos de petróleo no sería apropiado “corregir” la disparidad. Raro razonamiento este, como si se pudiera confiar en precios tan inestables y tan a la vista, sometidos a una endiablada especulación, y dejar para después una decisión y la implementación de políticas menos efectistas (sobre todo por sus “efectos” en un “año electoral”) y probablemente más eficaces. No prepararse en la abundancia para la escasez es irracional e insensato, propio de los cortos plazos que impone el rapaz capitalismo para el enriquecimiento ilegal, injusto e ilegítimo.

Volviendo a sus palabras, reclamó que la medida no fuera acompaña de un “programa de inversión claro”, con exigencias medidas y metas precisas. Por otra parte, no entendió que el cambio fuera a 4,30 cuando según él debió haber sido menor, entre 2,60 y 3,10 si no me equivoco, aunque los primeros escarceos de la medida en el mercado especulativo de los dólares permuta observe hoy una clara tendencia a la baja. Por otro lado, le parecía entonces razonable un ajuste del salario mínimo “para atenuar” los efectos de la probable inflación.

Por cierto, en un momento se preguntó con no poca razón: ¡quién puso a hablar a mi presidente de dólares a 4,30 un día viernes!”.

Alegó que el Estado se encontraba (entonces y ahora) en una “batalla contra la inflación”, y de modo optimista –envidiable capacidad prospectiva- afirmó que el 2011 y el 2012 serán los años para vencer la inflación, esto es, imponerse, entre otros, sobre los factores que la generan: la galopante especulación, el contrabando de extracción, los monopolios, la insuficiencia de la producción, los grotescos márgenes de ganancia, sobre el 200%, propios de una economía enferma. Programa ambicioso por decir lo menos.

Mas, qué esperar, con una renta petrolera que causaría descalabros en cualquier economía madura o “desarrollada”. El costo de producción de un barril de petróleo venezolano está sobre los 4 $, y hoy se está vendiendo sobre los 55 $. “La diferencia, dice Cabezas, nos la regaló el mundo”. Regalo que alimenta la otra enorme distorsión: el precio de la gasolina, aumento una y otra vez postergado. Aunque, en un contexto de “batalla contra la inflación” podemos entender su congelamiento, sin dejar de considerar el chantaje social montado sobre la remotísima posibilidad de un “estallido social” tipo “Caracazo” (que otra cosa es el guarimbeo de colores made in CIA).

En este escenario, que debía invitar a la reflexión y a la planificación a largo plazo, si no a sembrar por lo menos a “vivir el petróleo”, como dice sardónico Miguel Ángel Campos[2], en cualquier caso a una actitud definitivamente ajena al pensamiento capitalista depredador que heredamos, nuestro país al contrario está “sometido” a un 70% de las actividades productivas en las garras del sector privado.

¿Qué nos queda?: ¡Imponer una dictadura!, espeta (¿pregunta?) Cabezas… O transar, negociar, llegar a acuerdos. El arrebato del exministro (el tremendismo lo soltó saltando en la silla… por cierto, dicho eso se hizo un brevísimo silencio en el que yo esperé unos aplausos que menos mal no llegaron…) amerita ser analizado, porque es curioso que las dos soluciones (no quiero creer que para él sean las únicas porque no olvidemos que fue ministro y debió pensar en otra solución y tenerla meditada para momentos como este) conlleven a lo mismo, peor aún, a un empeoramiento de la situación. ¿O piensa Cabezas en la “dictadura del proletariado”? No lo creo. En lo que sí creo que pensó fue o en una suerte de gigantesco Estado empresarial para ganarle de mano a los capitalistas privados, o una transa con ellos como quien recuerda que si el enemigo es fuerte, únetele.

Coincidiendo con Mármol, Rodrigo cree que se debe llegar “con el sector privado” a una mesa para negociar (con este sector no se dialoga) el control de precios, además, no una vez sino varias, habló de no saltarse “la lógica del capital”. Para decirlo al derecho: “el capital tiene lógica”, inhumana y mortal para el planeta, pero lógica. Dice Hinkelanmert: “la irracionalidad de lo racionalizado”[3]. Claro, ante los argumentos del premio Simón Bolívar al Pensamiento Crítico, se responderá (en privado) «es un “romántico”» (ya se sabe que en público ni con un pétalo, una vez que ha sido sancionado por la crítica).

En el campo de la cruda realidad, lo que toca es “producir riqueza”, y ya podemos imaginarnos lo que significa para la realidad producir riqueza. Explotación de los recursos, es decir, destrucción del futuro para crear una burbuja de vida insostenible, sobre la base de un modelo de desarrollo diseñado por la realidad europea y norteamericana, que nos permita “competir” con el mundo, ofreciendo una tasa de inflación (reduciendo los costos de producción y aumentando la explotación) que haga frente nada más y nada menos que a las crisis -cíclicas y completamente normales o propias- del capital.

Competir en los términos que lo exige el mundo es crear internamente una economía productora de riqueza y en esencia competitiva. En otras palabras, capitalismo. Porque no se puede producir riqueza verdadera, sostenible y para la vida, si no nos saltamos precisamente, la lógica del capital.

¡Ni dictadura ni componenda con el sector privado, sino poder popular!

Ah, qué lejos la tal “producción de riqueza” y su consecuente desarrollismo, del “realismo” de otro soñador, Oscar Varsavsky, para quien el quid estuvo en la “construcción del futuro”. El punto de partida evidente –dice Carlos Eduardo De Senna recordándolo- es describir el futuro que nos agradaría. Se trata de decidir cuáles son las necesidades humanas que la sociedad deberá contemplar, y decir a continuación cómo nos proponemos satisfacerlas (…) están en juego no sólo las necesidades materiales, sino también las sociales, las culturales y las políticas. Esos son los fines últimos. Todo debe girar en torno a esto”. Y más adelante, inquiere: “El proyecto debe especificar si queremos dejar para la próxima generación una selva amazónica desierta, un mar untado con petróleo, ciudades repletas de autopistas, etcétera”.[4] La vida es ¡qué más da! romántica.


[1] La frase fue citada por Vivián Trías (2008) en el extraordinario libro Simón Bolívar y el nacionalismo del Tercer Mundo, Caracas, El Perro y la Rana.

[2] Campos, Miguel Ángel (2005) Desagravio de mal. Caracas: Fundación Bigott

[3] Hinkelammert, Franz. El abismo del sujeto. Revista mensual sobre la actualidad ambiental Nº 109, Octubre de 2002. En: http://www.una.ac.cr/ambi/Ambien-Tico/109/franz_hinkelammert.htm

[4] Rietti, Sara (Comp.) (2007) Oscar Varsavsky: Una lectura postergada. Caracas: Ediciones del Ministerio del Poder Popular Para Ciencia y Tecnología, Monte Ávila.


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